En el mes de los 31 años de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niños/as, Harold Segura nos acompaña a recordarlo desde su concepto sobre niños y niñas como sujetos teológicos y el desarrollo de la pedagogía de la ternura

Harold Segura (Mitiendaevangelica.com)
ALAIME – En el marco del 31º aniversario de la Convención Internacional de los derechos de niños y niñas, nos interesa que puedas desarrollar tu idea sobre el niño/a como sujeto teológico, ¿a qué te refieres con ese concepto?
Harold Segura – Tradicionalmente, tanto en las comunidades de fe como en la sociedad en general, las niñas y niños han sido vistos como objetos, no como sujetos. Objetos de instrucción, de cuidado, de orientación, de autoridad y un largo etcétera que conocemos bien por experiencia de nuestra propia infancia. A propósito, esta palabra, infancia, que viene del latín infans que significa el que no habla, el que no tiene voz.
Pues bien, hablar de sujeto teológico es referirse a una persona, con voz, con derechos, con capacidades, con criterio y que, por lo tanto, merece ser tratado con respeto, consideración y valoración. Sin desconocer que en muchos casos es una persona vulnerable, no por eso se podría deducir que es un ser inferior.
El aspecto propiamente teológico nos recuerda que a partir de la niñez (con la niñez y desde ella) podemos hablar de Dios porque por medio de los niños y niñas (Mt.11:25) Él se revela y ellos y ellas son una metáfora que representa y expresa el Reino de Dios (Mt.19:14).
Y nos viene bien hablar del tema durante estos días en los que celebramos el 31º aniversario de la Convención Internacional de los derechos de niños y niñas. Si son sujetos teológicos, son también sujetos de derechos; y la Convención nos indica cuáles son.
ALAIME – ¿Cómo puede entenderse la pedagogía de la ternura en un mundo en pandemia?
HS – La pedagogía de la ternura se refiere, entre otras, a una manera revolucionaria de entender y practicar la educación integral de los niños y niñas, no a partir de la autoridad del adulto que se impone con su razón implacable, sino a partir de relaciones de amor que cuidan, respetan y acompañan su vida. Leonardo Boff, ese pensador brasileño del que tanto hemos aprendido sobre estos temas y otros más, se ha referido a la necesidad de una educación que tenga en cuenta la razón cordial, que incluya el corazón, los afectos y las emociones.
Pero, bueno, la pregunta es cómo encaja este enfoque pedagógico en la actual situación global de pandemia. ¡Hoy sí que es oportuna; es urgente! Solo baste considerar los efectos del confinamiento sobre nuestra emocionalidad, o de reconocer el desastre económico que nos está afectando, o el incremento, alarmante, por cierto, de la violencia intrafamiliar.
Ante esta hecatombe social, la pedagogía de la ternura nos invita a educarnos en una nueva manera de ser y de actuar. Se trata de educar para la vida y para la convivencia armónica.
En este sentido, las comunidades de fe tienen una gran oportunidad como promotoras y facilitadoras de esta nueva mirada pedagógica, sobre todo las comunidades cristianas, que tienen como supremo modelo de vida a Jesús. Él es un modelo de lo que significa la pedagogía de la ternura: respetuoso de las diferencias, acogedor de las personas más vulneradas y apasionado por la justicia.
Entrevista en articulación con ALC Noticias