
CHILE
Por Nicolás Panotto-
Según el monitoreo post-plebiscito del CADEM, un 57% de los/las evangélicos/as votó por el Apruebo. Un panorama muy distinto de lo que muchos análisis políticos e incluso lecturas hacia dentro mismo del campo evangélico-protestante sostuvieron. Varias consideraciones:
– Nuevamente hay que destacar los reduccionismos analíticos con respecto al campo evangélico. No existe tal cosa como el “voto evangélico”.
-Numerosos casos en toda la región muestran que este sector religioso se mueve de forma muy variable según contextos, coyunturas y temáticas. No existe una “identidad política evangélica” sino procesos muy diversos de subjetivación, que toman rostros y mutan según instancias muy concretas, al ritmo de lo que transita toda la sociedad. Sin duda podemos encontrar grados de concentración según temáticas – las vinculadas a las políticas de género son las principales-, pero los posicionamientos varían según los procesos: movilizaciones populares, elecciones (partidarias), debates sobre políticas públicas, entre otros. En cada uno de estos campos encontraremos diversas configuraciones institucionales-identitarias, y con ello una variedad amplísima de posiciones políticas.
Creo que los reduccionismos en torno al campo evangélico simbolizan un reduccionismo sociológico que ha circulado con fuerza sobre la propia configuración de lo que se comprende como “apruebo” y “rechazo”. El error fue cometido por grupos dentro del mismo campo evangélico como de la sociedad civil: pensar que hablar de dos opciones significa plantear dos sectores homogéneos. Así como lo reflejan los procesos evidenciados en toda la sociedad chilena, el apruebo y el rechazo dentro del campo evangélico responden a una multiplicidad de elementos de adhesión y resistencia. En este sentido, los/las evangélicos/as por el apruebo no son necesariamente “progresistas” ni están de acuerdo con toda la cadena de demandas que dicho emblema articula. Quienes hemos trabajado con sectores evangélicos de base en estos últimos meses, hemos visto que sigue siendo una mayoría conservadora sobre ciertos temas tabú, pero abiertos/as sobre otro tipo de campos: sentido de cambio, estabilidad social, justicia, mejoramiento de ambiente democrático, preocupación por la crisis ecológica, entre muchos otros. Por ello, al hablar de lo político dentro de lo evangélico, hay que considerar el juego con todas estas variables, y no sólo los temas que producen más polarización.
-Complejizar nuestra visión del campo evangélico es fundamental para la construcción de futuras estrategias políticas y procesos de sensibilización/formación, más aún a la luz del proceso constituyente. Hemos visto durante la campaña por el plebiscito que sectores de derecha y conservadores supieron instrumentalizar las voces evangélicas por el rechazo, al punto inclusive de mostrarlas como representativas del todo.
Esta actitud fue asumida por algunos de esos mismos personajes, que se posicionaron como voceros/as de todo el campo evangélico. Un gran error político, que debería llevar a una importante autocrítica. Pero creo que los sectores que más deben hacer una autocritica en este sentido son los grupos progresistas y de izquierda que, una vez más, cayeron en el estereotipo anti-evangélico y anti-religioso. Deben asumir de una vez por todas que lo religioso no es por sí mismo enemigo de lo político y lo democrático, sino que representa una episteme a partir de la cual buena parte de la sociedad construye sus sentidos de comunidad y sociabilidad.
La militancia por el apruebo pudo haber sido más estratégica, visibilizando con más fuerza otras narrativas presentes en el campo religioso y evangélico, como contrapunto a las que monopolizaron la opinión pública (y ello no por la sola presión de dichos grupos, sino por la resonancia estereotipada que le dieron los medios de comunicación y análisis políticos)
Fuente: ALC-Noticias
