El discurso de bienvenida de la Presidenta Mg. María Luisa Cuachayo comenzaron con un saludo a todos los países participantes para luego expresar unas palabras en relación al tema que nos había convocado:

“Dicen los expertos que la pandemia por COVID 19 genera un impacto en las personas en distintos niveles, afecta la vida social, emocional, el funcionamiento cognitivo y la adaptación en general; algunas personas experimentan un sentido de indefensión, malestar, frustración, miedo, se intensifica el sentido de impotencia, incertidumbre, dolor, coraje, soledad, inseguridad, depresión, ansiedad, trastorno alimenticio, deterioro de los sentimientos de logro y de autoestima, estrés, y un larguísimo etcétera que hace cuestionar:
¿Si son estas las huellas de la pandemia? O ¿Si más bien se trata de las huellas añejas de un sistema que lleva décadas dejando de lado lo esencial de ser humanos?
Es fundamental que en momentos como los que vivimos ahora, debemos profundizar la visión crítica respecto a la serie de causas y efectos que nos condujeron a esta coyuntura histórica. No se trata únicamente de la transformación de los formatos de clases en los estudiantes, tampoco del uso de cubre bocas y gel antibacterial; se trata de pensar en las condiciones morales del sistema económico y político de cada país que permitieron a los seres humanos estar en una situación de salud física, emocional y psicológica, tan decadente, que nos dejaron sin respuestas frente a un cambio de esta magnitud.
¿Cuáles son las huellas evidentes que ha dejado la pandemia?
Tal vez la poca capacidad de las familias para pasar tiempo de calidad o la falta de servicios en lo que respecta a salud pública o la debilidad de los sistemas inmunes derivados de una alimentación plagada de químicos y sabores artificiales, o la limitada creatividad de los gobiernos en la toma de decisiones de las escuelas para dar continuidad al conocimiento sin contar con la presencia física de los alumnos, o la incapacidad para diseñar un sistema que nos permita acercarnos a la igualdad y dignidad de las personas.
¿Qué diría nuestro fundador Metodista, si se le pudiera pedir su consejo hoy en la pandemia?
Wesley no fue ajeno a circunstancias perturbadoras, pues recordaba que, a la edad de cinco años, fue rescatado, dramáticamente, de las llamas de un incendio. Él aprendió, bajo circunstancias desafiantes, a buscar la presencia de Dios en cada prueba. Las plagas también fueron una parte recordada por Wesley. Un brote de viruela cobró la vida de sus compañeros de la universidad. De ahí surge su convicción de que una vida saludable, se mantiene por elección basada en la gratitud a Dios; promovió hábitos saludables. Seguramente estaría de acuerdo con lo que los médicos recomiendan: buena alimentación, higiene, ejercicios físicos, además de medicamentos, éstas son prácticas seguras por el bien de todos durante esta pandemia. Las tres reglas de Wesley, que incluyen: Haz todo el bien que puedas, Ama a Dios y No hagas daño, éstas siguen siendo sólidas en la práctica personal.
Wesley al lidiar con problemas de salud pública, conflictos inesperados y circunstancias globales cambiantes, está claro que aconsejaría la importancia de la unidad, y que promovería un compromiso con el evangelio de la Paz, mientras que al mismo tiempo abrazaría los cambios que pudieran ser necesarios.
Wesley sentiría gran empatía por el enorme sufrimiento causado por esta pandemia, pero observaría en oración y gratitud y vería una nueva oportunidad para el ministerio. “Rev. Glenn M. Wagner”.
La Presidenta emocionada concluyó su discurso de inauguración con gran emoción expresando:
De cierto sé y clamo a Dios, para que este Congreso nos ayude a comprender que la huella, es la pandemia misma y que las decisiones, omisiones y acciones que tomemos de ahora en adelante sean encaminadas a marcar senderos de vida digna, para ser más compasivos, resilientes, creativos, pertinentes y amorosos con todas las personas.”